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EL VIEJO Y SOLITARIO RANGERS

TRECE DE MAYO

Hoy es el DIA DE LA VIRGEN DE FÁTIMA.

 

 

En el centro del Altar está Ella, tan blanca, tan sencilla, rodeada de flores blancas y rojas. 

En la Misa de la tarde la Parroquia se encuentra a rebosar de personas. 

Y quiero referirme a ellas, a estas personas con las hemos compartido la Celebración. 

Muchas personas mayores, muy mayores, apoyadas en sus nietos, en sus familiares, subiendo con dificultad los escalones para rezarle a sus pies, con la fe en sus rostros, con la devoción de toda la vida. 

Y, también, lo que más me ha emocionado, muchos de los que fuimos niños en los años 60 y 70, que ahora peinamos canas y que nos hemos reconocido y saludado con mucho afecto, con complicidad, porque sin decirnos nada, sabíamos por qué estábamos allí:

Por nosotros, por supuesto, por nuestra infancia común, pero sobre todo, por ELLOS, por ELLAS, por nuestros padres, con los que agarrados a sus manos, íbamos a recogerla, a llevarla, a visitarla en los Altares diarios colocados en las calles de La Bajadilla, con aquellos aromas a claveles, a hierba recién cortada que alfombraba unas calzadas, en su mayor parte, aún sin asfaltar.

Aquellas colchas tan pulcras, colgadas de ventanas y fachadas, con las hojas de palmeras semejando arcos en cada entrada o salida. O las flores de papel, formando guirnaldas multicolores que alegraban el “cielo” de aquella niñez. 

Ha sido muy, muy emotivo, repito. Y al final, cuando como una sola voz, hemos cantado en “La rama de una encina, …….” , ha sido realmente precioso y nos ha llenado el alma de esperanza, de alegría. 

Y claro está, también me he acordado de todos vosotros, Vieja Tropa, y por eso escribo esto rápidamente, para que os llegue (a los que no habéis podido estar), directamente desde el corazón.

 

 

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